10/7/12

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Elisabeth no paraba de mirarme extrañada y asombrada, con cierta desconfianza. Nos sentamos en la alfombra de su habitación y entonces nos rodeó un silencio abrumador y desconcertante. Nadie quiso dar el primer paso y nos quedamos varios minutos ecrutándonos con la mirada.
- Vale, ya está bien. Fuera de mi casa. Tú no eres Jake.- Dijo Elisabeth al cabo de un rato.
- ¿Qué? Eli, soy yo.- Dije intentando que me reconociese.
Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en la calle otra vez. ¿Qué habría pasado? Mi cuerpo había cambiado de tamaño, pero mis rasgos seguían siendo los mismos.
Me dirigí a una ventana para verme reflejado en ella. Cuando aquella ventana me devolvió mi supuesto reflejo, una quemazón me recorrió los intestinos. Mi pelo, supuestamente moreno, se había tornado azul claro. Mis ojos marrones ahora eran dorados.
- Mierda. Así claro que no me ha reconocido.
Entonces, recordé una frase que siempre me decía mi madre: cuando pasas mucho tiempo con una persona, se crea un vínculo especial que es muy difícil de romper, casi imposible.
Si eso era cierto, entre Eli y yo había todavía un vínculo. Debía intentarlo, así que volví a llamar a la puerta.
- ¿Otra vez tú? Mira, como no dejes de llamar a mi puerta y te largues de donde has venido, pienso llamar a la policía.
- Espera, espera - Puse mi pie entre la puerta y el marco para impedir que se cerrase-. Solo una cosa. Si no logro convencerte, desaparezco y no me vuelves a ver, ¿ de acuerdo?
Pareció estar de acuerdo. La miré fijamente a los ojos, sin pestañear ni un momento. Mis pupilas se contrajeron, dejando escapar unos resplandores dorados que flotaron en el aire, hasta que, para mi asombro, se fundieron con los claros ojos de mi amiga. Su expresión siguió siendo la misma, hasta que rompí el contacto visual bajando la cabeza. ¿Qué acababa de pasar?
- Jake, ¿qué te ha pasado? - Me miró con compasión mientras las piernas empezaron a fallarme. Por fin me creía. Entré en el rellano, y fui con torpeza hasta la habitación de Elisabeth. Me senté en su cama mientras ella tomaba el sitio de la butaca de mimbre.
- No sé por dónde empezar.- Dije cansado.
-Bueno, primero, ¿te has reencarnado o algo así? Segundo, ¿qué narices ha pasado antes?
- Empezaré desde el principio, ¿vale? Respondiendo a la primera pregunta: No, no me he reencarnado. Soy así de verdad. En realidad, mi cuerpo ha cambiado por que mi esencia angelical ya ha despertado. A los dieciséis, el cuerpo cambia completamente como puedes ver. A la segunda pregunta, no tengo respuestas.
- ¿Esencia angelical? ¿Eres un ángel?
- Más o menos. Aún muy joven, pero sí. Por eso tengo el pelo azul y los ojos amarillos. Encima, amarillos. Odio el amarillo.
- ¡No son amarillos! Son dorados - Cuando dijo eso Elisabeth, se ruborizó-. Son preciosos.
- Bueno, eh - Dije entrecortadamente-. Lo del crecimiento y ensanchamiento es para soportar las alas, nada más, creo. Todavía no me han explicado todo esto muy bien. Mi hermano y mi padre están reunidos con los importantes del cielo.- Señalé el techo de la habitación.
- Yo no te veo alas.
- Creo que te salen después.- Respondí.
De repente, se oyó una puerta cerrarse. Eran los padres de Elisabeth.
- Oh, no - Exclamó ella-. Te van a pillar.
- ¿Y si salgo por la ventana?
- Pero está muy alto Jake.
- No pasa nada. Ya no soy el chico patoso que conocías - Sonreí-. Mañana nos vemos.
- Espera Jake- Me di la vuelta-. ¿Qué pas...?
No pude terminar la frase, porque en ese momento, sentí los labios de Elisabeth sobre los míos. Nos despegamos lentamente. Oí los pasos del padre de Eli por el pasillo que llevaba a las habitaciones.
- Venga, vete.- Me dijo. Estaba todavía anonadado.
Me tiré por la ventana y aterricé en un montón de hojas. Salí corriendo hasta mi casa.
Cuando llegué, ni mi hermano ni mi padre habían llegado aún. Menos mal.
- Mamá, ya estoy aquí.- Grité a la nada.
En ese momento, la cabeza de mi padre asomó por la puerta de la cocina. Sí habían llegado ya.
- ¡¿Cómo se te ocurre salir así?!- Gritó.
- ¿Con quién has estado?- Me susurró Rodry. Se había acercado a mí sigilosamente. Me llevó al cuarto de baño y cerró la puerta con cuidado.
- Pf, menos mal. Papá me iba a matar.
- No hay de qué, pero, ¿con quién has estado?- Volvió a preguntar.
- Con Elisabeth, ¿por?
- ¿Y no te ha dicho que iba a llamar a la policía?
- Pues sí, me lo dijo, pero entonces, la miré fijamente a los ojos y me creyó.- Le relaté.
- Por favor, dime que no salieron luces doradas de tus ojos y llegaron a los ojos de ella.- Dijo Rodry asustado.
- ¿Por?
- Porque si los has hecho, le has regalado parte de tu alma. Y la primera vez que se regala, esa persona queda unida a ti por siempre.
- Y, si hipotéticamente, hubiese sucedido, ¿qué pasaría? No es nada malo.- Dije yo.
- No es malo cuando pasa con un Serafín. Es malo cuando pasa con un humano. Algunos no soportan ese alma tan pura, además de que a papá no le gustaría nada.
- Pf, pues... Acabo de ganarme una sentencia de muerte.- Dije con sarcasmo.
- No. Dime que no lo has hecho.
- ¿Y qué sabía yo? ¡Nadie me ha dicho una maldita palabra desde mi cumple! No me habéis explicado nada.- Argumenté.
- Nos la hemos cargado. Lo mejor será ir a hablar con papá.
Entonces, un pensamiento me asaltó en esos instantes.
- Papá quiere Serafines, entonces, ¿mamá es un Serafín?
- Veo que eres listo, hermano.- Abrió la puerta del baño. Y se fue hasta la cocina. En el trayecto, otra idea me asaltó.
- ¿Y tú? - Le pregunté a mi hermano.
- ¿Yo? Cometí el mismo  error que tú. Lisa no pudo aguantarlo y murió días después. No he vuelto a mirar a una chica más desde entonces.
Entramos en la cocina y mi padre me fulminó con la mirada.

LRA

2 comentarios:

  1. hola. e estado leyendo tu blog y me encanta el comienzo. me encantaria que subieras mas capis para saber que ocurre despues, eske estoy muy intrigada. sinceramente, me gusta el blog. :3

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    1. ¡Muchas gracias! La verdad, no pensé en subir más capítulos, pero si me lo pides, seguiré con la historia. No creo que tarde mucho pq la idea ya la tengo, y eso es lo principal :) ¡Gracias por comentar!
      Un saludo!

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