2/11/12

5

- Jake ¿por qué te miras los pies?
- Es que... No sé por dónde empezar a contarte esto- Respiré hondo-. Está bien. Cuando estaba hace unas horas en tu puerta y nos miramos a los ojos, se produjo un fenómeno angelical: la Luminión. Es decir, que te he entregado una parte de mi alma. Desgraciadamente, esto solo funciona con ángeles, no con ángel-humana. Por eso, ahora estás en peligro de palmarla. Dicho así suena muy mal, pero no te va a pasar nada. No voy a permitirlo.
Elisabeth se sentó en la cama pálida como la pared y empezó a temblar.
- Eh, tranquila. Ya verás como es mentira. Tú eres... especial.- Dije con tono convincente.
Fui a sentarme con ella y la abracé. Sí, viniendo de mí es rarísimo que yo hiciera eso, pero Eli estaba realmente mal. La abracé con más fuerza para que entrase en calor, y ella poco a poco se fue relajando.
Nos quedamos así durante toda la noche hasta que los primeros rayos de luz inundaron la habitación con su cálida luz otoñal.
Eli seguía pálida y se había echado sobre la cama. Un pensamiento me vino a la mente. Y si... No, no era posible. Eli era muy fuerte, pero...
- Eli, buenos días.
No respondió.
- Eli, por favor, contesta.
Los ojos se me abrieron como platos. El estómago se me encogió de la congoja.
- No... No, Eli. Por favor... Despierta.
Empecé a agitarla.
- ¿Qué demonios te pasa? Intento dormir.- Respondió en un tono arisco. Se recogió el pelo y volvió a apoyar la cabeza sobre la almohada.
- Pe... pero... ¿Estás viva?- Estaba anonadado.
- Pues claro. ¿No me oyes?- Dijo en tono somnoliento.
- Elisabeth, ¡¡estás viva!!
Entonces, ella lo comprendió y se levantó de la cama.
- ¡¡Sí!!- Gritó riendo- Jake, ¡no he muerto! Ja, ja, ja...
Eli lloraba de alegría.
Bajé la cabeza para que no me mirase directamente a los ojos. Todavía no me había dado parte de su alma, y si ella no quería continuar, yo lo entendería.
-Jake, eres asombroso.- Me cogió del cuello y me besó. Cuando despegó sus labios de los míos, aún seguía algo confuso. ¿Quería decir eso que quería seguir adelante?
Me levantó la cabeza e hizo que la mirase fijamente a los ojos. Rehuí su mirada. No, no era justo.
- Eli, si haces esto, no habrá vuelta atrás. No quiero destrozarte la vida.
- ¿Es que no entiendes que sin ti mi vida estaría destrozada? Jake, no hago esto a la ligera.
Dicho esto, nos miramos fijamente y, como la última vez, empezaron a brotar chispas doradas. Esta vez también se presentaron unas chispas anaranjadas con pequeños reflejos del color del cobre. Era un espectáculo luminoso increíble.
Todas y cada una de las virutillas fueron disipándose, y al final, una sensación de paz y serenidad nos envolvió. Ya había un lazo irrompible entre Eli y yo.
-Jake, ha sido increíble. No tengo palabras para describirlo.
- Yo siento lo mismo.
- "Dios, me muero por decirle lo mucho que me gusta"- Oí.
- ¿Qué?- Pregunté.
- No he dicho nada.- Dijo Eli algo enrojecida.
- Eli, acabo de escucharte decir que te gusto.
- Pero... No lo he dicho. Lo he... pensado.- Dijo agachando la cabeza.
- Guay, oigo tus pensamientos.
Qué bien, además de ser buen estudiante y estar como un tren, ahora podía escuchar los pensamientos de los demás. Soy un crack, pensé.
- ¡Hey! Te he oído. Te lo tienes muy creído, ¿no? Estoy como un tren, pf. Menudo narcisista estás hecho.
- ¿Cómo has...? Oh, claro. Tú también escuchas lo que pienso.
- Sí, desgraciadamente sí.- Dijo Elisabeth con una pequeña sonrisa.
- Bueno, me voy a ir yendo a mi casa. Si no, mis padres me matan. Nos vemos en el insti.
- ¿Vas a ir por fin?
- Sí. Ya es hora.
Abrí la ventana y me fui corriendo a mi casa para que mis padres no notasen mi ausencia. Volé hasta mi ventana y me introduje en mi cama deshecha.
Qué bien, no me habían pillado.
- Jake, levanta ya de la cama. Hoy hay que ir al instituto.- Dijo mi madre desde la cocina.
Si hubiese tenido que trepar hasta mi habitación, seguro que me habrían pillado. Menos mal que había volado hasta ella. Un momento. ¿He dicho volado? Me puse de pie y extendí mis alas. Unas alas enormes tan blancas como la leche.
Me quedé estupefacto.

LRA

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