2/11/12

5

- Jake ¿por qué te miras los pies?
- Es que... No sé por dónde empezar a contarte esto- Respiré hondo-. Está bien. Cuando estaba hace unas horas en tu puerta y nos miramos a los ojos, se produjo un fenómeno angelical: la Luminión. Es decir, que te he entregado una parte de mi alma. Desgraciadamente, esto solo funciona con ángeles, no con ángel-humana. Por eso, ahora estás en peligro de palmarla. Dicho así suena muy mal, pero no te va a pasar nada. No voy a permitirlo.
Elisabeth se sentó en la cama pálida como la pared y empezó a temblar.
- Eh, tranquila. Ya verás como es mentira. Tú eres... especial.- Dije con tono convincente.
Fui a sentarme con ella y la abracé. Sí, viniendo de mí es rarísimo que yo hiciera eso, pero Eli estaba realmente mal. La abracé con más fuerza para que entrase en calor, y ella poco a poco se fue relajando.
Nos quedamos así durante toda la noche hasta que los primeros rayos de luz inundaron la habitación con su cálida luz otoñal.
Eli seguía pálida y se había echado sobre la cama. Un pensamiento me vino a la mente. Y si... No, no era posible. Eli era muy fuerte, pero...
- Eli, buenos días.
No respondió.
- Eli, por favor, contesta.
Los ojos se me abrieron como platos. El estómago se me encogió de la congoja.
- No... No, Eli. Por favor... Despierta.
Empecé a agitarla.
- ¿Qué demonios te pasa? Intento dormir.- Respondió en un tono arisco. Se recogió el pelo y volvió a apoyar la cabeza sobre la almohada.
- Pe... pero... ¿Estás viva?- Estaba anonadado.
- Pues claro. ¿No me oyes?- Dijo en tono somnoliento.
- Elisabeth, ¡¡estás viva!!
Entonces, ella lo comprendió y se levantó de la cama.
- ¡¡Sí!!- Gritó riendo- Jake, ¡no he muerto! Ja, ja, ja...
Eli lloraba de alegría.
Bajé la cabeza para que no me mirase directamente a los ojos. Todavía no me había dado parte de su alma, y si ella no quería continuar, yo lo entendería.
-Jake, eres asombroso.- Me cogió del cuello y me besó. Cuando despegó sus labios de los míos, aún seguía algo confuso. ¿Quería decir eso que quería seguir adelante?
Me levantó la cabeza e hizo que la mirase fijamente a los ojos. Rehuí su mirada. No, no era justo.
- Eli, si haces esto, no habrá vuelta atrás. No quiero destrozarte la vida.
- ¿Es que no entiendes que sin ti mi vida estaría destrozada? Jake, no hago esto a la ligera.
Dicho esto, nos miramos fijamente y, como la última vez, empezaron a brotar chispas doradas. Esta vez también se presentaron unas chispas anaranjadas con pequeños reflejos del color del cobre. Era un espectáculo luminoso increíble.
Todas y cada una de las virutillas fueron disipándose, y al final, una sensación de paz y serenidad nos envolvió. Ya había un lazo irrompible entre Eli y yo.
-Jake, ha sido increíble. No tengo palabras para describirlo.
- Yo siento lo mismo.
- "Dios, me muero por decirle lo mucho que me gusta"- Oí.
- ¿Qué?- Pregunté.
- No he dicho nada.- Dijo Eli algo enrojecida.
- Eli, acabo de escucharte decir que te gusto.
- Pero... No lo he dicho. Lo he... pensado.- Dijo agachando la cabeza.
- Guay, oigo tus pensamientos.
Qué bien, además de ser buen estudiante y estar como un tren, ahora podía escuchar los pensamientos de los demás. Soy un crack, pensé.
- ¡Hey! Te he oído. Te lo tienes muy creído, ¿no? Estoy como un tren, pf. Menudo narcisista estás hecho.
- ¿Cómo has...? Oh, claro. Tú también escuchas lo que pienso.
- Sí, desgraciadamente sí.- Dijo Elisabeth con una pequeña sonrisa.
- Bueno, me voy a ir yendo a mi casa. Si no, mis padres me matan. Nos vemos en el insti.
- ¿Vas a ir por fin?
- Sí. Ya es hora.
Abrí la ventana y me fui corriendo a mi casa para que mis padres no notasen mi ausencia. Volé hasta mi ventana y me introduje en mi cama deshecha.
Qué bien, no me habían pillado.
- Jake, levanta ya de la cama. Hoy hay que ir al instituto.- Dijo mi madre desde la cocina.
Si hubiese tenido que trepar hasta mi habitación, seguro que me habrían pillado. Menos mal que había volado hasta ella. Un momento. ¿He dicho volado? Me puse de pie y extendí mis alas. Unas alas enormes tan blancas como la leche.
Me quedé estupefacto.

LRA

16/10/12

4

- Tendríamos que haber previsto esto.- Se lamentó mi padre mientras se cubría la cara con las manos.
- ¿Yo qué sabía? Nadie me avisó.- Repliqué con cierta amargura. ¿Y si le pasaba algo a Eli? No me lo perdonaría jamás. Tenía que ir a verla inmediatamente para avisarle.
- Creo que lo mejor sería que te quedases en casa un tiempo. Usaremos nuestros poderes para hacer desaparecer el cadáver de Elisabeth.- Declaró mi padre.
- ¡Papá! Ni siquiera ha muerto todavía - Dije con enfado-. Y para tu información, pienso irme ahora mismo para ver cómo está.
- Ni se te...- Mi padre no llegó a terminar la frase. De repente, un dolor increíblemente agudo me invadió el cuello y grité como nunca en mi vida lo había hecho. Me tiré al suelo y me retorcí de dolor.
- Cariño - Dijo mi madre acercándose a mí-. ¡Chicos!- Gritó con los ojos en llamas.
Mi madre era por lo general una mujer tranquila, pero cuando se enfadaba, lo hacía de verdad. Reaccionando por fin, mi hermano me proporcionó un líquido rosáceo que vertió en mi boca, y que al momento, disipó todo el dolor.
- Sí, las rosas celestiales son perfectas para estos casos.- Se enorgulleció Rodry.
Mi madre se levantó del suelo, puso los brazos en jarra y dirigió una mirada asesina a mi hermano y a mi padre.
- ¡¡Le ocultáis su esencia, no le avisáis de los peligros que puede desencadenar, no le resolvéis las preguntas ni le habláis de su don!! ¡¿Por qué?! Jake tiene el mismo derecho que Rodry a conocer la verdad, así que o se lo contáis o me enfado de verdad.- Dijo casi gritando. ¿Qué es peor que la muerte? pensé. Tu madre serafín enfadada.
Mi padre cogió al vuelo la advertencia.
- Verás, hijo. Te ocultamos todo esto porque... Los ángeles solo pueden concebir un hijo, y al llegar tú, pensamos que serías normal. No creímos que llegases a ser un ángel también. Cuando te transformaste, fuimos rápidamente al cielo para informar de lo que acababa de ocurrir. No nos dio tiempo a contarte nada, lo sentimos de veras. Supongo que tu hermano te habrá contado ya lo de la Luminión, ¿verdad?
- ¿La lumi qué?- Pregunté levantándome con cuidado.
- La Luminión. La fusión de almas. Le acabas de entregar parte de tu alma a Elisabeth. Si logra sobrevivir vuestras almas se fusionarán. Si no sucediese eso, que es lo más probable, perderías parte de tu alma, y con ello, parte de tus poderes.- Aclaró mi padre.
- ¿Y qué me pasa ahora? Me duele la columna vertebral.- Dije con cierto dolor.
- Te están creciendo las alas. No suelen salir hasta pasada la primera semana, por lo menos. No es normal Jake - Miro a Rodry con cara de preocupación-. Pero tampoco podemos ir al Consejo. Tendremos que ver qué es lo que pasa.
- No entiendo nada - Dije con amargura-. ¡Pero si vosotros no tenéis alas!
- Ahí te equivocas - Dijo mi madre-. Cariño, concéntrate.
Hice lo que me pedía, y al instante, pude distinguir en las espalda de mi padre unas enormes alas blancas translúcidas.
- Dios...- Dije con asombro.
- Solo se materializan si vuelas. Mientras tengas los pies apoyados en la tierra, tus alas serán intangibles, pero solo los de tu misma raza podrán verlas.
- ¿Y si me vuelve a doler?- Pregunté.
- Tranquilo, el efecto de las rosas celestiales dura más o menos doce horas. Ahora descansa.- Me recomendó. Vamos, que me "invitaba" a ir a mi habitación. Desde luego...
Subí a mi habitación, y eché el pestillo lo más rápido que pude. Cogí una linterna del cajón del escritorio y abrí la ventana. Instantes después ya estaba en la calle dispuesto a ir a ver a Elisabeth.



Elisabeth

Los pasos de mi padre se acercaban a la habitación poco a poco. Giró el picaporte y fue hacia mi cama para darme las buenas noches.
- Buenas noches, hija. Perdona que no hayamos venido a verte antes. Hemos estado muy ocupados con el tema de la fundación.
- No pasa nada papá.- Dije en la penumbra.
- ¿Puedes encender, hija? No te veo la cara.- Rogó mi padre.
- Claro.- Alargué la mano hacia el interruptor y la bombilla de la lamparita se encendió al instante.
Mi padre me miró fijamente a los ojos, y de repente, el miedo cruzó sus ojos. Se cayó de la cama y empezó a balbucir.
- ¡Papá!- Grité levantándome de la cama. Me arrodillé a su lado-. ¿Qué te pasa?
Cerró los ojos, y al instante recuperó la cordura. Se había puesto serio.
- Nada, hija. Ha sido una bajada de tensión. No te preocupes.- Se levantó tan rápido como se cayó y se fue sin decir una sola palabra más. Cerró la puerta tras sí, y sus pasos se alejaron. Otra vez sola.
Me empezaron a entrar ganas de volver a ver a Jake. Todo había sido muy extraño, pero de repente, le eché en falta. Le necesitaba conmigo, le añoraba. Me puse una rebeca de lana gruesa y cogí mi libreta de dibujo.
Cloc, cloc. Unos golpes en la ventana me distrajeron y me asomé por ella:
- ¡Jake!- Dije con una infinita alegría-. Pasa.
Parecía que él también tenía con mala cara. Cerró la ventana y bajó la mirada. Parecía que quería evitar mirarme a los ojos.
- Eli, tengo algo importante que contarte.



LRA

10/7/12

Blog

Mirad el enlace de este blog: mimundosideral.blogspot.com

Es muy interesante jaja...

3

Elisabeth no paraba de mirarme extrañada y asombrada, con cierta desconfianza. Nos sentamos en la alfombra de su habitación y entonces nos rodeó un silencio abrumador y desconcertante. Nadie quiso dar el primer paso y nos quedamos varios minutos ecrutándonos con la mirada.
- Vale, ya está bien. Fuera de mi casa. Tú no eres Jake.- Dijo Elisabeth al cabo de un rato.
- ¿Qué? Eli, soy yo.- Dije intentando que me reconociese.
Cuando me quise dar cuenta, ya estaba en la calle otra vez. ¿Qué habría pasado? Mi cuerpo había cambiado de tamaño, pero mis rasgos seguían siendo los mismos.
Me dirigí a una ventana para verme reflejado en ella. Cuando aquella ventana me devolvió mi supuesto reflejo, una quemazón me recorrió los intestinos. Mi pelo, supuestamente moreno, se había tornado azul claro. Mis ojos marrones ahora eran dorados.
- Mierda. Así claro que no me ha reconocido.
Entonces, recordé una frase que siempre me decía mi madre: cuando pasas mucho tiempo con una persona, se crea un vínculo especial que es muy difícil de romper, casi imposible.
Si eso era cierto, entre Eli y yo había todavía un vínculo. Debía intentarlo, así que volví a llamar a la puerta.
- ¿Otra vez tú? Mira, como no dejes de llamar a mi puerta y te largues de donde has venido, pienso llamar a la policía.
- Espera, espera - Puse mi pie entre la puerta y el marco para impedir que se cerrase-. Solo una cosa. Si no logro convencerte, desaparezco y no me vuelves a ver, ¿ de acuerdo?
Pareció estar de acuerdo. La miré fijamente a los ojos, sin pestañear ni un momento. Mis pupilas se contrajeron, dejando escapar unos resplandores dorados que flotaron en el aire, hasta que, para mi asombro, se fundieron con los claros ojos de mi amiga. Su expresión siguió siendo la misma, hasta que rompí el contacto visual bajando la cabeza. ¿Qué acababa de pasar?
- Jake, ¿qué te ha pasado? - Me miró con compasión mientras las piernas empezaron a fallarme. Por fin me creía. Entré en el rellano, y fui con torpeza hasta la habitación de Elisabeth. Me senté en su cama mientras ella tomaba el sitio de la butaca de mimbre.
- No sé por dónde empezar.- Dije cansado.
-Bueno, primero, ¿te has reencarnado o algo así? Segundo, ¿qué narices ha pasado antes?
- Empezaré desde el principio, ¿vale? Respondiendo a la primera pregunta: No, no me he reencarnado. Soy así de verdad. En realidad, mi cuerpo ha cambiado por que mi esencia angelical ya ha despertado. A los dieciséis, el cuerpo cambia completamente como puedes ver. A la segunda pregunta, no tengo respuestas.
- ¿Esencia angelical? ¿Eres un ángel?
- Más o menos. Aún muy joven, pero sí. Por eso tengo el pelo azul y los ojos amarillos. Encima, amarillos. Odio el amarillo.
- ¡No son amarillos! Son dorados - Cuando dijo eso Elisabeth, se ruborizó-. Son preciosos.
- Bueno, eh - Dije entrecortadamente-. Lo del crecimiento y ensanchamiento es para soportar las alas, nada más, creo. Todavía no me han explicado todo esto muy bien. Mi hermano y mi padre están reunidos con los importantes del cielo.- Señalé el techo de la habitación.
- Yo no te veo alas.
- Creo que te salen después.- Respondí.
De repente, se oyó una puerta cerrarse. Eran los padres de Elisabeth.
- Oh, no - Exclamó ella-. Te van a pillar.
- ¿Y si salgo por la ventana?
- Pero está muy alto Jake.
- No pasa nada. Ya no soy el chico patoso que conocías - Sonreí-. Mañana nos vemos.
- Espera Jake- Me di la vuelta-. ¿Qué pas...?
No pude terminar la frase, porque en ese momento, sentí los labios de Elisabeth sobre los míos. Nos despegamos lentamente. Oí los pasos del padre de Eli por el pasillo que llevaba a las habitaciones.
- Venga, vete.- Me dijo. Estaba todavía anonadado.
Me tiré por la ventana y aterricé en un montón de hojas. Salí corriendo hasta mi casa.
Cuando llegué, ni mi hermano ni mi padre habían llegado aún. Menos mal.
- Mamá, ya estoy aquí.- Grité a la nada.
En ese momento, la cabeza de mi padre asomó por la puerta de la cocina. Sí habían llegado ya.
- ¡¿Cómo se te ocurre salir así?!- Gritó.
- ¿Con quién has estado?- Me susurró Rodry. Se había acercado a mí sigilosamente. Me llevó al cuarto de baño y cerró la puerta con cuidado.
- Pf, menos mal. Papá me iba a matar.
- No hay de qué, pero, ¿con quién has estado?- Volvió a preguntar.
- Con Elisabeth, ¿por?
- ¿Y no te ha dicho que iba a llamar a la policía?
- Pues sí, me lo dijo, pero entonces, la miré fijamente a los ojos y me creyó.- Le relaté.
- Por favor, dime que no salieron luces doradas de tus ojos y llegaron a los ojos de ella.- Dijo Rodry asustado.
- ¿Por?
- Porque si los has hecho, le has regalado parte de tu alma. Y la primera vez que se regala, esa persona queda unida a ti por siempre.
- Y, si hipotéticamente, hubiese sucedido, ¿qué pasaría? No es nada malo.- Dije yo.
- No es malo cuando pasa con un Serafín. Es malo cuando pasa con un humano. Algunos no soportan ese alma tan pura, además de que a papá no le gustaría nada.
- Pf, pues... Acabo de ganarme una sentencia de muerte.- Dije con sarcasmo.
- No. Dime que no lo has hecho.
- ¿Y qué sabía yo? ¡Nadie me ha dicho una maldita palabra desde mi cumple! No me habéis explicado nada.- Argumenté.
- Nos la hemos cargado. Lo mejor será ir a hablar con papá.
Entonces, un pensamiento me asaltó en esos instantes.
- Papá quiere Serafines, entonces, ¿mamá es un Serafín?
- Veo que eres listo, hermano.- Abrió la puerta del baño. Y se fue hasta la cocina. En el trayecto, otra idea me asaltó.
- ¿Y tú? - Le pregunté a mi hermano.
- ¿Yo? Cometí el mismo  error que tú. Lisa no pudo aguantarlo y murió días después. No he vuelto a mirar a una chica más desde entonces.
Entramos en la cocina y mi padre me fulminó con la mirada.

LRA

5/5/12

Revelación


Me mordí el labio inferior. ¿Por qué no me llamaba? Había pasado ya una semana desde su cumpleaños y no lo había vuelto a ver. No había aparecido ni por el instituto ni por la biblioteca. Estaba empezando a inquietarme de verdad.
Volví a mirar la pantalla del móvil con la vana esperanza de que por fin diese señales de vida.
- No puedo estar todo el día así. He de espabilar y dejar de pensar en Jake. Pf, ni que fuese mi novio.- Resoplé. Cogí el bolígrafo azul y comencé a escribir sobre la hoja de papel.

Cuando terminé los ejercicios, recogí todo y puse la música para poder desconectar del mundo. Hacía siglos que no descansaba unos instantes, así que subí el volúmen y comencé a bailar por la habitación. Giraba, saltaba, brincaba...
Elisabeth no se dio cuenta en esos instantes, de que alguien llamaba al móvil desesperadamente.

*

- No contesta. Mierda.- Maldije. Vale, era normal que me ignorase después de haber pasado de ella casi una semana, pero no era propio de Elisabeth. Ella siempre contestaba, pasase lo que pasase. Tiré el móvil con fuerza. Se estrelló contra la pared y se partió en múltiples fragmentos. Genial, ahora me había quedado sin móvil porque aún no controlaba mi fuerza lo suficiente.
- Jake, cariño - Se asomó mi madre por la puerta-, sé que esto es muy duro para ti. Sé que todo esto te resulta raro y desconcertante, pero, por favor, no nos odies ni a tu padre ni a tu hermano ni a mí. No te lo dijimos antes porque supimos que no lo asimilarías bien. Era mejor tenerte en la ignorancia.
- Ya, y ahora se me cae el mundo de repente. No es justo mamá, yo no elegí esto. - Le recriminé.
- Cariño, lo siento muchísimo.- Se disculpó con lágrimas en los ojosy me abrazó con la dulzura propia de una madre. Normalmente, hubiese llegado a rodearme con sus brazos, pero ahora que era mucho más corpulento, apenas llegó a la espalda.
- Voy a salir un rato. Volveré por la noche.- Le avisé.
- Jake, no es buena idea que alguien te vea en este estado.
- Lo sé, pero me camuflaré, no te preocupes.
- Está bien, pero vuelve antes que tu padre y tu hermano, o nos meterás en un buen lío.- Me sonrío y se fue.
Me puse la nueva cazadora que me compraron hace unos días y me puse la bufanda alrededor del cuello. Abrí la puerta de la casa y un viento gélido me recorrió la espina dorsal.
En apenas unos minutos, llegué corriendo a la casa de Elisabeth. Llamé a la puerta.
- ¿Sí? - Abrió la puerta una chica de quince años que me miraba con curiosidad. Sí, era ella.
- ¿Están tus padres en casa?- Le pregunté.
- No. ¿Quién eres? - Me preguntó ella.
- Soy yo Elisabeth. Soy Jake.- Le respondí.
- ¿Jake?
- Tengo que contarte algo.



LRA

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7/12/11

El despertar

Soplé las velas al son de la música mientras mi padre grababa el momento con emoción. Mi decimosexto cumpleaños acababa de cumplirse.
-Felicidades Jake, espero que te lo hayas pasado muy bien. Ya me contarás mañana lo que te han regalado.- Me dijo con una sonrisa pintada en la cara Elisabeth, mi compañera de pupitre.
Era preciosa: morena con ojos claros en los que siempre se apreciaba alegría y amor. Desprendía un aroma a lavanda que me engatusaba y me dejaba medio lelo... Su cara era perfecta, rasgos definidos y perfilados, nariz recta, ojos grandes, y cejas oscuras. Sus piernas eran... ¿cómo decirlo? Delicadas y rectas. No llegaban ni a la extrema delgadez ni a la gordura. Eran intermedias y geniales.
Le acaricié el pelo cariñosamente y ella me besó en la mejilla tímidamente. Me ruboricé al instante. ¿Cuándo conseguiría declararme a ella? Estaba loco de amor, pero no encontraba el momento de decírselo a la cara.

Una vez recogido todo, me fui a mi habitación, donde me puse una rebeca encima de una camiseta ajustada en combinación con unos pantalones largos de dormir.
Empecé a leer un libro de aventuras y caballeros de la edad media, cuando de repente, empecé a notarme raro. Me dolía la cabeza y me notaba cansado. Seguramente de la emoción del día, pensé.
Seguí con normalidad, pero empeoraba por momentos. La piel empezó a escocerme muchísimo, por lo que empecé a rascarme como un poseso, hasta que cesó por completo. Pero los problemas no habían hecho más que empezar. Pronto me dolió el abdomen y sentí que el cuerpo se me desgarraba poco a poco. Los bíceps empezaron a contraerse y relajarse cada vez más rápido. Mi corazón parecía un caballo desbocado.
No podía soportarlo más y decidí quitarme la rebeca para aliviar la quemazón que me recorría todo el cuerpo intensamente. Me tiré al suelo del dolor y gemí suavemente hasta que el dolor empezó a decrecer.
A medianoche, abrí los ojos sin motivo alguno y me percaté de que estaba tirado en el suelo. Me levanté con cuidado y me miré al espejo. ¿Tendría la piel enrojecida?
Vi mi reflejo con curiosidad, y lo único increíble, fue que la camiseta se había desgarrado completamente. Apenas quedaban algunos jirones que conservar, así que me quité lo que quedaba de ella y me puse otra más holgada de mi hermano Rodry. Tenía dos años más que yo y era increíblemente...perfecto. Me di cuenta hace años que no era normal que de un día para otro tuviese un cuerpo perfecto, una mentalidad perfecta, y unos sentidos perfectos... No era normal, pero al final terminé por convencerme de que lo era.
No pude seguir recordando aquello, porque sin motivo alguno, el dolor de cabeza apareció de nuevo, y seguido, los demás síntomas, pero esa vez, a lo bestia.
Me retorcí de dolor en la alfombra y esta vez no pude contener un grito desgarrador y doloroso que despertó a toda la familia.
Mi madre fue la primera que vino. A continuación llegaron mi hermano y mi padre. Ambos se dirigieron una mirada cómplice y me subieron a la cama con rapidez. Apenas era consciente de lo que me pasaba, y llegué a delirar, pero todo eso desapareció con una pastilla que me suministró mi hermano. Al momento, cerré los ojos y me sumí en un sueño profundo que duró tres días.

Al despertar, me sentí... increíblemente bien. ¿Era realmente yo? Parecía una persona diferente que acababa de nacer. Aparté las mantas que me cubrían y me dirigí al baño para darme una ducha.
Al momento, me di cuenta de que la camiseta que me había puesto en sustitución a la rajada, me quedaba muy ajustada. Casi pequeña. ¿Es que al sudar tanto había encogido?
Me la quité con cuidado, y me miré en el espejo de cuerpo entero del baño con baldosines dorados.
¿Qué había pasado? Creo que estaba soñando o algo, porque ése que se veía reflejado en el espejo no era yo ni mucho menos. Al que veía, era un chico bastante más alto que yo, con unos abdominales bien marcados, unos brazos muy fuertes, con los bíceps bien definidos, y con la cara... diferente, pero a la vez parecida a la mía. Era como si hubiese madurado físicamente de golpe.
Decidí ducharme y pasar de ese asunto, pues sería causado por la fiebre y no le quise dar importancia.
Cuando terminé, me volví a mirar mi reflejo. Seguía apareciendo ese chico.
¿Qué me había pasado esa noche de mi decimosexto cumpleaños? Me puse el albornoz, pero me quedaba pequeño. Apenas podía abrochármelo, por no hablar de que me llegaba por encima de las rodillas, casi a la mitad del muslo.
Resoplé y cogí el albornoz de mi hermano, que era más corpulento que yo. Al menos, ese sí que me quedaría bien. Lo cogí de su percha correspondiente y me lo puse. Vaya, ese me quedaba perfecto.
Recogí la ropa sucia del suelo y fui a la cocina, donde me encontré con mi hermano. Como siempre, iba vestido con camisas y pantalones de pana. A mí no me gustaban esas cosas porque me sentía agobiado. Yo prefería las camisetas de manga corta y los vaqueros. Sencillamente.
Le miré con miedo y curiosidad y me atreví a preguntarle:
-¿Qué me ha pasado Rodry?
-Habrá que buscarte ropa nueva. Por cierto, a partir de ahora, ten mucho cuidado con las chicas. Se volverán locas en cuanto les dirijas una mirada con ese cuerpo rondando cerca de ellas.- Se rió.
-Pero... ¡¡¿qué me ha pasado?!!-Le grité.
-Vale, vale. Está bien, empezaré desde el principio. No somos gente normal, como has podido comprobar. Somos....

Laura Ramallo (LRA)
El amor, la vida y la lectura suponen una gran aventura.